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No esperes con temor los cambios y los azares de esta vida; más bien míralos con plena esperanza de que, a medida que se presenten, Dios, de quien eres, te librará de ellos. Él es tu guardián. Él te ha guardado hasta ahora. Aférrate a su querida mano, y él te guiará con seguridad a través de todas las cosas; y, cuando no puedas resistir, él te llevará en sus brazos. No estés pendiente de lo que pueda suceder mañana. Nuestro Padre te librará del sufrimiento, o te dará fuerzas para soportarlo.