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La suave lluvia que riega mis judías y me mantiene hoy en casa no es lúgubre y melancólica, sino también buena para mí. Aunque me impide escardarlas, vale mucho más que escardarlas. Si continuara tanto tiempo como para hacer que las semillas se pudrieran en el suelo y destruyeran las patatas de las tierras bajas, seguiría siendo buena para la hierba de las tierras altas y, siendo buena para la hierba, también sería buena para mí.