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Reúna a una multitud de hombres y mujeres previamente condicionados por la lectura diaria de los periódicos; trátelos con música de banda amplificada, luces brillantes... y en poco tiempo podrá reducirlos a un estado de infrahumanidad casi sin sentido. Nunca antes tan pocos habían estado en condiciones de convertir a tantos en tontos, maníacos o criminales.