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Cuando se escribe sobre uno mismo, no hay que tener piedad. Sin embargo, ¿por qué al primer intento de descubrir la propia verdad toda la fuerza interior parece derretirse en torrentes de autocompasión y ternura y lágrimas crecientes?
Cuando se escribe sobre uno mismo, no hay que tener piedad. Sin embargo, ¿por qué al primer intento de descubrir la propia verdad toda la fuerza interior parece derretirse en torrentes de autocompasión y ternura y lágrimas crecientes?