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Recuerdo estar en la escuela durante la reunión de la mañana y mirar a mi alrededor a todo el mundo, 350 niños, rezando una oración. Todos somos muy jóvenes y nadie sabe lo que significa, y recuerdo que me extrañaba que la gente se limitara a repetir palabras que no entendía. Me negué a participar. Por alguna razón siempre lo rechacé, pero respetuosamente.