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Mi benefactor decía que cuando un hombre se embarca en los caminos de la hechicería toma conciencia, de forma gradual, de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre; de que el conocimiento es, en verdad, un asunto aterrador; de que los medios del mundo ordinario ya no son un amortiguador para él; y de que debe adoptar una nueva forma de vida si quiere sobrevivir. Lo primero que debe hacer, en ese momento, es querer convertirse en guerrero.