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Creo que tuve suerte de alcanzar la mayoría de edad en un lugar y una época -el sur de Estados Unidos en los años sesenta y setenta- en los que la máquina no se había apoderado completamente de la vida. El mundo natural seguía siendo el mundo, y las máquinas -televisión, teléfono, coches- seguían siendo más o menos auxiliares, y los ordenadores no se conocían en la vida cotidiana.