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La moda es primitiva en su insistencia en el exhibicionismo, que se marchita en el aislamiento. El desfile de pasarela, con su incandescente bombo y platillo, es su apoteosis. Es una versión industrializada de los festivales paganos de renovación, una reunión ritual de entendidos y mimados en un desfile iluminado de pulcritud elegante. Al final de cada despliegue estacional, se encomienda a un sacerdocio que lleve a las masas las noticias de los presagios.