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Los pobres sufren dos veces a manos del alborotador. En primer lugar, su furia destructiva deja cicatrices en su barrio; en segundo lugar, el ambiente de acomodación y consentimiento se transforma en uno de hostilidad y resentimiento.
Los pobres sufren dos veces a manos del alborotador. En primer lugar, su furia destructiva deja cicatrices en su barrio; en segundo lugar, el ambiente de acomodación y consentimiento se transforma en uno de hostilidad y resentimiento.