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Malgastar nuestros dones trae angustia a nuestras vidas. Resulta que no es meramente benigno o "demasiado malo" si no utilizamos los dones que se nos han dado; lo pagamos con nuestro bienestar emocional y físico. Cuando no utilizamos nuestros talentos para cultivar un trabajo significativo, tenemos dificultades. Nos sentimos desconectados y agobiados por sentimientos de vacío, frustración, resentimiento, vergüenza, decepción, miedo e incluso pena.