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Me parece absolutamente cierto que nuestro mundo, que nos parece la superficie de todas las cosas, es en realidad el fondo de un océano profundo: todos nuestros árboles son crecimientos submarinos, y nosotros somos una extraña fauna submarina revestida de escamas, alimentándonos de despojos como camarones. Sólo de vez en cuando el alma se eleva jadeante a través de las brazas insondables bajo las que vivimos, hasta la superficie del éter, donde hay aire verdadero.