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La vida humana es frágil: vivimos en el espacio entre una respiración y la siguiente. A menudo intentamos mantener una ilusión de permanencia, a través de lo que hacemos, decimos, vestimos, compramos, y de cómo nos divertimos y a quién y cómo amamos. Sin embargo, es una ilusión que se ve constantemente minada por el cambio y la muerte. Podemos utilizar los diamantes como queramos. Son cosas vacías, bonitas como el agua, pero en su interior -si queremos verlo- hay sangre, polvo, amor, maldiciones y sufrimiento. Hay deseo de hacer feliz a alguien, hay admiración, hay ostentación... y hay curva de beneficios de una empresa.