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Construimos nuestra personalidad laboriosamente y a lo largo de muchos años, y no podemos ordenar cambios fundamentales sólo porque podamos valorar su utilidad; ningún botón en el que se lea "actitud positiva" sobresale de nuestros corazones, y ningún dedo puede coaccionar la positividad para que se convierta en acción inmediata mediante una única e indolora pulsación.