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En una democracia realmente igualitaria, todos o cada uno de los sectores estarían representados, no desproporcionadamente, sino proporcionalmente. ... A menos que lo sean, no hay un gobierno igualitario, sino un gobierno de desigualdad y privilegio: una parte del pueblo gobierna sobre el resto: hay una parte a la que se le niega una parte justa y equitativa de influencia en la representación, en contra de todo gobierno justo, pero, sobre todo, en contra del principio de la democracia, que profesa la igualdad como su propia raíz y fundamento.