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Cristo nos ha dado, no sólo el ritual de una ordenanza, sino el modelo para nuestras vidas, cuando tomó la copa y dio gracias. Así las alegrías comunes se convierten en sacramentos, el disfrute se convierte en adoración, y la copa que contiene lo amargo o lo dulce hábilmente mezclado para nuestras vidas se convierte en la copa de bendición y salvación que se bebe en memoria de Él.