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Cada generación tiende a educar a sus jóvenes para que se desenvuelvan en el mundo actual, en lugar de hacerlo con vistas al fin propio de la educación: la promoción de la mejor realización posible de la humanidad como humanidad. Los padres educan a sus hijos para que puedan salir adelante; los príncipes educan a sus súbditos como instrumentos de su propio propósito.