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Debemos tener cuidado de no elegir, sino dejar que el Espíritu Santo de Dios maneje nuestras vidas; no suavizar y explicar, sino suscitar el don y permitir que el Espíritu de Dios nos perturbe y perturbe y perturbe hasta que cedamos y cedamos y cedamos y la posibilidad en la mente de Dios para nosotros se convierta en un hecho establecido en nuestras vidas, con los ríos en evidencia satisfaciendo la necesidad de un mundo moribundo.