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Que no se agache hoy donde San Pablo intentó atarla, se lo debe a los hombres que son lo suficientemente grandes y valientes como para ignorar a San Pablo, y elevarse por encima de su Dios.
Que no se agache hoy donde San Pablo intentó atarla, se lo debe a los hombres que son lo suficientemente grandes y valientes como para ignorar a San Pablo, y elevarse por encima de su Dios.