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No conozco ningún mandato divino. Sí conozco los más importantes de los humanos. No conozco las necesidades de un dios o de otro mundo. . . . Sí sé que en éste las mujeres hacen camisas a setenta céntimos la docena. Sé que las necesidades de la humanidad y de este mundo son infinitas, interminables, constantes e inmediatas. Tomarán todo nuestro tiempo nuestra fuerza nuestro amor y nuestros pensamientos; y nuestro trabajo aquí será sólo entonces comenzado.