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Es una observación verdadera de los escritores antiguos, que así como los hombres son propensos a ser abatidos por la adversidad, así también son fácilmente saciados con la prosperidad, y que la alegría y el dolor producen los mismos efectos. Porque siempre que los hombres no están obligados por la necesidad a luchar, luchan por ambición, que es una pasión tan poderosa en el pecho humano que por muy alto que lleguemos nunca estamos satisfechos.