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Dedicamos la actividad de nuestra juventud a la juerga y la decrepitud de nuestra vejez al arrepentimiento: y rematamos la farsa legando al presbiterio nuestros cadáveres, que cuando vivían, interdictamos de la iglesia.
Dedicamos la actividad de nuestra juventud a la juerga y la decrepitud de nuestra vejez al arrepentimiento: y rematamos la farsa legando al presbiterio nuestros cadáveres, que cuando vivían, interdictamos de la iglesia.