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Es una cosa exquisita y hermosa en nuestra naturaleza, que, cuando el corazón es tocado y ablandado por alguna felicidad tranquila o sentimiento afectuoso, la memoria de los muertos viene sobre él más poderosa e irresistiblemente. Parecería casi como si nuestros mejores pensamientos y simpatías fuesen encantos, en virtud de los cuales el alma está capacitada para mantener alguna vaga y misteriosa relación con los espíritus de aquellos a quienes amamos en vida. ¡Cuántas veces y por cuánto tiempo pueden estos ángeles pacientes rondar a nuestro alrededor, velando por el hechizo que tan pronto se olvida!