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El cambio puede ser el viento vital que sopla en la casa de la vida, pero no es una fuerza permanente. Necesitamos cosas permanentes que nos impregnen de paz, así como de progreso: la belleza de la tierra, la época de las semillas y las cosechas, las sonrisas de los enamorados, la alegría de los jóvenes por estar vivos, el orgullo de la artesanía. ¿Por qué, oh, por qué debemos permitirnos olvidar estos tesoros duraderos en una época de ambición consumista, de locura por la velocidad y de bienes acumulados que no nos dejan ninguna posibilidad de vivir? Si no podemos contentarnos con un poco, ninguna riqueza nos satisfará jamás.