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Independientemente de la frecuencia con la que el apetito por la violencia en el entretenimiento se convierta en adictivo, una mayor exposición corre el riesgo de insensibilizar aún más a los espectadores. Y el elemento de placer que obtienen puede llevarles a considerar la violencia como una forma más aceptable de afrontar los problemas, y la victimización como más tolerable siempre que recaiga sobre otros, no sobre ellos mismos.