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El niño es un hábil actor con cien máscaras: una diferente para su madre, su padre, su abuela o su abuelo, para un profesor severo o indulgente, para la cocinera o la criada, para sus propios amigos, para los ricos y los pobres. Ingenuo y astuto, humilde y altivo, amable y vengativo, bien portado y voluntarioso, se disfraza tan bien que puede llevarnos de la nariz.