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Y luego el borde de rosas. Qué intensidad en esos capullos olorosos de la Bon Silene, que hacen que el espíritu se estremezca como si le hubiera llegado un mensaje del cielo. Y el lecho de verbena está rodeado de fragancia. Incluso los pensamientos, con sus ojos de rocío, están listos para rivalizar con las violetas ahora.... Tampoco hay que olvidar los capullos púrpuras del calicanto. Arbusto de dulce fragancia', en efecto, pues basta con que esconda uno de ellos en algún pliegue de mi vestido para que las especias de Arabia floten a mi alrededor hasta la noche.