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Las fortunas amasadas a través de la organización corporativa son ahora tan grandes, y confieren tal poder a quienes las manejan, que es una cuestión de necesidad dar al soberano -es decir, al Gobierno, que representa al pueblo en su conjunto- algún poder efectivo de supervisión sobre su uso corporativo. Para asegurar una vida social e industrial saludable, toda gran empresa debe ser considerada responsable y rendir cuentas ante un soberano lo suficientemente fuerte como para controlar su conducta.