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La alegría no es una constante. Nos llega en momentos, a menudo ordinarios. A veces nos perdemos las ráfagas de alegría porque estamos demasiado ocupados persiguiendo los momentos extraordinarios. Otras veces tenemos tanto miedo a la oscuridad que no nos atrevemos a disfrutar de la luz. Una vida alegre no es un foco de alegría. Eso acabaría siendo insoportable. Creo que una vida alegre se compone de momentos alegres unidos con gracia por la confianza, la gratitud y la inspiración.