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... Tenía la impresión latente de que había algo decididamente fino en la elocución del señor Wopsle, no por viejas asociaciones, me temo, sino porque era muy lenta, muy lúgubre, muy cuesta arriba y cuesta abajo, y muy distinta de cualquier forma en que cualquier hombre, en cualquier circunstancia natural de vida o muerte, se haya expresado jamás sobre algo.