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Es cierto que somos tan malos navegantes que nuestros pensamientos, en su mayor parte, se detienen en una costa sin puerto, sólo conocen las luces de las bahías de la poesía, o se dirigen a los puertos públicos de entrada, y entran en los diques secos de la ciencia, donde simplemente se reacondicionan para este mundo, y no hay corrientes naturales que contribuyan a individualizarlos.