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Un inconveniente que experimenté a veces en una casa tan pequeña, la dificultad de llegar a una distancia suficiente de mi invitado cuando empezábamos a pronunciar los grandes pensamientos en grandes palabras. Uno quiere espacio para que sus pensamientos se pongan a navegar y recorran uno o dos trayectos antes de llegar a puerto. La bala de tu pensamiento debe haber superado su movimiento lateral y de rebote y haber caído en su último y firme curso antes de llegar al oído del oyente, pues de lo contrario podría salir disparada de nuevo por el costado de su cabeza.