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Las bellas artes son el instrumento de propaganda moral más sutil, más seductor y más eficaz del mundo, exceptuando únicamente el ejemplo de conducta personal; y renuncio incluso a esta excepción en favor del arte del escenario, porque funciona exhibiendo ejemplos de conducta personal que se hacen inteligibles y conmovedores para multitudes de gente inobservante e irreflexiva para la que la vida real no significa nada.