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Cuando una pobre criatura desconsolada y decaída se aterroriza de todo goce, reza sin cesar hasta que su imaginación se calienta, ayuna y se mortifica y se lamenta, hasta que su cuerpo está en tan mala situación como su mente; ¿es de extrañar que las perturbaciones mecánicas de un vientre vacío, interpretadas por una cabeza vacía, se confundan con [las] obras [de Dios]?