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Escribir un libro es como construir una casa. Un hombre traza un plan y reúne materiales. Piensa que tiene lo suficiente para levantar un edificio grande y majestuoso; pero después de arreglarlo, compactarlo y pulirlo, su obra resulta ser una obra muy pequeña. Sin embargo, el autor, al igual que el constructor, sabe cuánto trabajo le ha costado su obra y, por lo tanto, la valora a un precio más alto de lo que los demás creen que merece.