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El sentido común debería decirnos que la lectura es el arma definitiva: destruir la ignorancia, la pobreza y la desesperación antes de que puedan destruirnos. Una nación que no lee mucho no sabe mucho. Y una nación que no sabe mucho tiene más probabilidades de tomar malas decisiones en el hogar, el mercado, el jurado y la cabina de votación... El reto, por tanto, es convencer a las futuras generaciones de niños de que llevar un libro es más gratificante que llevar armas.