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Aunque nuestros deseos privados sean siempre tan confusos, aunque nuestras peticiones privadas sean siempre tan quebrantadas, y aunque nuestros gemidos privados estén siempre tan ocultos a los hombres, sin embargo Dios los mira, los registra, y los pone en el archivo del cielo, y un día los coronará con respuestas y devoluciones gloriosas.