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A menudo nos gusta pensar en la vida de los hombres en las playas, al menos en pleno verano, cuando el tiempo es sereno; sus vidas soleadas en la arena, entre la hierba de la playa y las bayas de laurel, su compañera una vaca, su riqueza un trozo de madera a la deriva o unas pocas ciruelas de playa, y su música el oleaje y el pío del pájaro haya.