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Acabo de leer un libro sobre cómo conseguir el control de mi tiempo y, por tanto, de mi vida. Mi tiempo siempre ha tenido tendencia a escapárseme y hacer lo que le da la gana. Mi vida lo sigue, como un cachorro tras un perro pajarero sin adiestrar. Al llegar la noche, mi vida aparece, normalmente cubierta de barro y llena de pegatinas, agotada pero sonriendo feliz. Mi tiempo nunca vuelve.