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Cuando explotamos la primera bomba atómica en White Sands, cerca del final de la guerra, nadie sabía lo que iba a ocurrir. Existía la teoría de que la reacción en cadena continuaría para siempre. Y que habríamos creado un pequeño sol en el desierto que ardería hasta el fin del universo. No era una teoría muy extendida, pero era una teoría que nadie tenía forma de refutar. Había gente que pensaba que no explotaría, que simplemente se fundiría y produciría una gran nube sucia de radiactividad. Nadie lo sabía.