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De día en día, de momento en momento, aumentó tanto esta doble plenitud que alcanzó un grado de gracia inmenso e inconcebible. Tanto es así, que el Todopoderoso la hizo la única depositaria de sus tesoros y la única dispensadora de sus gracias. Ahora puede ennoblecer, exaltar y enriquecer a todos los que quiera. Puede conducirlos por el camino estrecho del cielo y guiarlos por la puerta angosta de la vida. Puede dar un trono real, un cetro y una corona a quien quiera.