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El registro de las dudas tiene dos excelentes usos: el uno, que salva a la filosofía de errores y falsedades; cuando lo que no aparece plenamente no se recoge en una afirmación, por lo que el error podría atraer al error, sino que se reserva en la duda: el otro, que la entrada de las dudas son como otras tantas
succionadores o esponjas para extraer el uso del conocimiento; de tal manera que aquello que, si las dudas no hubieran precedido, un hombre nunca hubiera aconsejado, sino que lo hubiera pasado por alto sin nota, por la sugerencia y solicitud de las dudas, se hace que sea atendido y aplicado.