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El diálogo es un espacio en el que podemos ver los supuestos que yacen bajo la superficie de nuestros pensamientos, los supuestos que nos impulsan, los supuestos en torno a los cuales construimos organizaciones, creamos economías, formamos naciones y religiones. Estos supuestos se convierten en hábitos mentales habituales que nos dirigen, nos confunden e impiden que respondamos con inteligencia a los retos a los que nos enfrentamos cada día.