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Vemos, pues, hasta qué punto los monumentos del ingenio y del saber son más duraderos que los monumentos del poder o de las manos. Pues los versos de Homero ¿acaso no han perdurado veinticinco siglos o más sin que se pierda una sílaba o una letra, tiempo durante el cual infinitos palacios, templos, castillos y ciudades se han deteriorado y demolido?