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  • A las siete menos diez de una oscura y fría tarde de 1968 en Ciudad de México, el tanzano John Stephen Akwari entró cojeando en el Estadio Olímpico, el último en terminar el maratón. El ganador ya había sido coronado y la ceremonia de la victoria había terminado hacía tiempo. El estadio estaba casi vacío y Akwari -solo, con la pierna ensangrentada y vendada- se esforzó por rodear la pista hasta la línea de meta. Cuando le preguntaron por qué había continuado su agotadora lucha, el joven de Tanzania respondió en voz baja: Mi país no me envió 9.000 millas para empezar la carrera. Me enviaron 9.000 millas para terminar la carrera.