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Si elegimos un marcador externo como medida de nuestra valía interior, ya sea la cantidad de dinero que ganamos, o la opinión que los demás tienen de nosotros, o el éxito de algún proyecto en el que participamos, tarde o temprano estaremos abocados a sufrir los inevitables cambios de la vida. Al fin y al cabo, el dinero va y viene, por lo que es una fuente inestable de autoestima, una base poco fiable sobre la que construir nuestra identidad.