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Le contarán duras historias de tiburones por todo el Cabo, que no me atrevo a poner en duda en absoluto: cómo a veces vuelcan un barco o lo hacen pedazos para alcanzar al hombre que va en él. Puedo creer fácilmente en la resaca, pero no me cabe duda de que un tiburón en una docena de años es suficiente para mantener la reputación de una playa de cien millas de largo.