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  • Con tiempo despejado, el más perezoso puede contemplar de un vistazo la bahía hasta Plymouth, o el Atlántico hasta donde alcanza la vista humana, con sólo levantar los párpados; o si después de todo es demasiado perezoso para mirar, apenas puede evitar oír el incesante estruendo y rugido de las rompientes. El inquieto océano puede arrojar en cualquier momento una ballena o un barco naufragado a sus pies. Todos los reporteros del mundo, los taquígrafos más rápidos, no podrían informar de las noticias que trae.

    Henry David Thoreau (2008). “Cape Cod: Illustrated Edition of the American Classic”, p.167, Houghton Mifflin Harcourt