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No hay mejor manera de demostrar el amor a Dios que sirviéndole en los puestos a los que podamos ser llamados. Ocasionalmente, la recompensa por ese servicio será pronta, y veremos la luz en los ojos de la persona a quien hemos ayudado. Otras veces, sin embargo, el Señor nos dejará esperar un poco y permitirá que nuestra recompensa llegue de otra manera.