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El gran valor de Timoteo era que siempre estaba dispuesto a ir a cualquier parte; y en sus manos un mensaje estaba tan seguro como si Pablo mismo lo hubiera entregado. A otros podía consumirles la ambición egoísta; pero el único deseo de Timoteo era servir a Pablo y a Jesucristo. Es el santo patrón de todos los que se contentan con el segundo lugar, con tal de poder servir.