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Cuando se supo que la compañía había decidido que íbamos a hacer teatro, nos pusimos a gritar y a hacer ruido, pero lo bueno es que no tuvimos que cambiar nada. No es como si de repente tuviéramos que reiniciar, como "Oh, Dios mío, vamos a ir al teatro. Tenemos que hacerlo mejor. Tenemos que hacer esto más grande. Tenemos que añadir..." Todo estaba hecho.